¿Ha conseguido el Mundial de Fútbol extraer el patriotismo que, por vergüenza o complejos del pasado, los españoles nos hemos empeñado en esconder?
El domingo acabará el Mundial, con el triunfo o el fracaso de la Selección española. ¿Qué será entonces de las cientos de miles de banderas "rojigualdas" que se han comprado? ¿Acabarán en un cajón y, con ellas, el sano y democrático sentimiento nacional?
Lo cierto es que, aunque muchas de estas personas enarbolen la bandera como apoyo a un equipo (la Selección), el Mundial u otros acontecimientos que nos hacen sentirnos verdaderamente como una nación (uno de esos momentos fue, desgraciadamente, el 11-M), sirven para que dejemos a un lado los complejos y la ignorancia que nos inoculan determinados sectores sociales (esos que se hacen llamar "progres", los mismos que imponen unas lenguas en perjuicio de otras, o que consideran un signo de avance el nacionalismo excluyente) y de una vez nos sintamos representados por una bandera. Una enseña que desde hace 30 años es símbolo de democracia y autonomismo. Es una pena, por ello, que ni en el Día de la Hispanidad ni en otro tipo de acontecimientos la gente se atreva a colgar su bandera en el balcón o en el coche. Pero al menos durante unos días, muchos ciudadanos se sienten, sin tapujos, orgullosos de ser "español, español, español".
Pero ese orgullo no debería quedarse ahí, sólo para acontecimientos deportivos. Hoy mismo, cientos de miles de catalanes que han comprado su bandera española para la final del Mundial, deberían hacer gala de la misma valentía y patriotismo sano frente a la manifestación fascistoide encabezada por el mal llamado socialista José Montilla, en Barcelona. La fiebre futbolera ha servido de empujón para que muchos pierdan el miedo y griten cosas como "Ola, Ola, Ola, Bilbao es española". En Cataluña debería ocurrir algo similar. Deberían salir a la calle personas de izquierdas, de derechas, de centro o apolíticas que estén hartas de la manipulación política a la que les someten las autoridades de esta mal llamada democracia y que demuestren que existe esa "otra Cataluña" que no se desvive por Estatuts, lenguas o cine en catalán. A José Montilla y sus colegas de gobierno se les llena la boca defendiendo que "los catalanes" han exigido un nuevo Estatuto y que el Tribunal Constitucional lo ha vapuleado. Una referéndum al que apenas acudió la mitad de los electores catalanes y que había sido el resultado de juegos y contraprestaciones políticas ajenas a la sociedad. Va llegando el momento de que muchos ciudadanos impidan que se les utilice más de arma contra el conjunto de España. Que salgan a la calle y defiendan su pertenencia a una nación, España, en la que los derechos y el autogobierno de las Comunidades Autónomas está plenamente consagrado. Una contramanifestación de sectores habitualmente silenciosos.
El domingo acabará el Mundial, con el triunfo o el fracaso de la Selección española. ¿Qué será entonces de las cientos de miles de banderas "rojigualdas" que se han comprado? ¿Acabarán en un cajón y, con ellas, el sano y democrático sentimiento nacional?
No hay comentarios:
Publicar un comentario