Razón de Estado. Así justifican desde el gobierno (y, en este caso, poco importa que sea el PSOE, puesto que el PP hizo exactamente lo mismo durante sus legislaturas) la vergonzosa postura de España frente al conflicto entre Marruecos y el Sahara (¿con o sin tilde en la primera "a"?). Una posición clara: un disimulado -pero real- apoyo a Marruecos, motivado por los intereses económicos y políticos del reino alauita (que a veces hacen pensar en que un país democrático y del primer mundo como España tiene miedo a una dictadura corrupta y empobrecida como Marruecos); y una indiferencia gubernamental ante lo que fue y debería seguir siendo una responsabilidad española, como es la necesidad de un referéndum en el Sáhara Occidental. El Estado español -incuido su jefe, el Rey, a quien su excesiva neutralidad parece neutralizarlo totalmente- no ha condenado los ataques de Marruecos al territorio saharaui, ni tampoco ha condenado de forma fehaciente los ataques a los que los periodistas españoles e internacionales se han visto sometidos durante estas semanas. Simplemente, deja pasar el tiempo, esperando que en unos días todo vuelva a la normalidad; esa normalidad caracterizada por un pueblo, el saharaui, olvidado por España -de la que fue provincia hasta que el decadente gobierno de un Franco moribundo regaló su control a Marruecos y Mauritania, pese a las promesas de un referéndum-, menospreciado por Marruecos e ignorado por esa institución inútil y pomposa llamada Naciones Unidas.
Si de algo sirven estos conflictos es para poner en evidencia el papel de cada agente de la sociedad: el Estado, que antepone intereses a derechos humanos; la UE y la ONU, que lideradas por Francia y EEUU respectivamente están claramente posicionadas del lado de Marruecos; y la prensa, que se ha convertido en el único canal capaz de hacer llegar a los mal llamados países democráticos -nosotros- el pre-genocidio de Marruecos en el Sahara. Por una vez, parece que el periodismo ha dejado de ser -al menos parcialmente- el brazo ejecutor del Sistema, para mostrarnos una realidad que puede dañar (o arañar, mejor dicho) los discursos de los países del primer mundo. Ni derechos humanos, ni libertad de información, ni autodeterminación de las antiguas colonias. Sólo interesa el dinero y las alianzas estratégicas. Nada más. Asociaciones de periodistas, como la FIP o UPCC se han atrevido a denunciar un secreto a voces, como es la pasividad de España ante la censura y las agresiones impuestas por Marruecos a los periodistas españoles.
Lo triste de este caso es que los españoles nos hemos olvidado ya de este problema, que pocos asumen como propio. Pese a las imágenes que cada día se difunden a través de la televisión y los diarios, pocos son los que se movilizan en favor de una intervención justa de nuestro país en el Sáhara. La única esperanza radica, pues, en que los periodistas, pese al atropello de sus derechos que Marruecos comete cada día, sigan cumpliendo con su trabajo y su deber, aunque con ello pongan en entredicho al mismísimo Estado.
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