La situación de Prisa me da auténtica lástima. Después de unos años arrastrando una deuda de 5.000 millones de euros (se dice pronto), de haber vendido el 25% por de la emblemática Santillana (germen del grupo fundado por Polanco), otro 25% de Unión Radio (Cadena Ser) y Cuatro y Digital+ a Telecinco y Telefónica, dictó su sentencia de muerte (al menos, tal como conocíamos al grupo español) cuando el fondo especulativo estadounidense Liberty se hizo con el control del grupo. La hasta entonces empresa familiar de los Polanco, de dimensiones internacionales, ha pasado a ser un enfermo gigante al que hay que hay que ir estirpándole los tumores malignos para evitar que se extiendan. O un barco de cuya carga hay que desprenderse antes de que le acabe hundiendo. Muchas metáforas pueden describir el asunto.
A Liberty no le ha bastado con cambiar la imagen y desplazar a los Polanco. Como buen fondo especulativo, está dispuesto a eso: a especular con las divisiones del grupo para saldar la deuda y, seguramente, para obtener sus propios beneficios. Según publican varios diarios electrónicos (El Confidencial o PR Noticias, entre otros), Liberty y Juan Luis Cebrián prevén una brutal restructuración del grupo que, gracias a la liquidez facilitada por el fondo especulativo, llevaría a Prisa a despedir a unos 3.000 empleados del grupo. Cebrián ya anunció en noviembre que, de los 650 millones de euros que obtuvieron los Polanco con la entrada de Liberty, unos 95 millones servirían para acometer una importante redimensión del grupo. Ya no tienen excusa para aplazar los despidos: disponen de dinero suficiente para indemnizaciones.
Según El Confidencial, los despidos y cierres de proyectos no rentables (véase el caso de CNN+) se acometerán en un plazo de dos años. Funtes de Prisa justifican los recortes por el exceso de personal en las áreas administrativas y, sobre todo, en Santillana (de la que quiere desprenderse Liberty) y las radios del grupo, aunque la reestructuración afectará sobre todo a los trabajadores de Latinoamérica.
En definitiva, Prisa camina hacia la desintegración o, al menos, hacia la pérdida de una posición que ha ocupado durante décadas: la de liderazgo. Gran parte de su capital ya no es español; la familia que lo vio nacer y crecer (muchas veces gracias a estrategias no demasiado limpias) presencia la venta por fascículos de empresas tan emblemáticas como Santillana o Ser; y, lo peor, más del 20% de los trabajadores del grupo tienen un pie en el paro. ¿Qué va a ser de Prisa? La banca ha refinanciado (por enésima vez) su deuda hasta 2013. Desde la cúpula del grupo se sigue insistiendo en que todas las divisiones del grupo siguen ganando dinero, pese a que las malas operaciones financieras a gran nivel mantienen a la corporación en números rojos. Así que, esperemos, la redimensión de Prisa, que a todas luces perderá volumen, sirva para que el grupo, aunque más pequeño, siga zarpando en los agitados mares periodísticos.
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