Jim Carrey sufrió lo suyo con el número 23. Pero nada comparado con la tortura y el acoso al que nos someten las compañías telefónicas. Llevo dos semanas recibiendo insistentes llamadas del 1004, que por experiencias anteriores (igualmente acosadoras), sé que es Movistar. Cada día, a varias franjas horarias (casi siempre sobre las 11 de la mañana, otra sobre las 5 de la tarde y otra sobre las 8) veo ese numerito invadir mi móvil mientras suena el cada vez más aborrecido tono de Rihanna y Eminen. Pensaréis: contesta y diles que no quieres nada. ¡Pero es que no quiero! Ya estoy harto de deshacerme de teleoperadores de Jazztel, de Vodafone, de Movistar (fijo), de tarjetas de crédito y de la Escuela Aeronáutica que me ofrece cursillos para ser el azafato más exitoso de las alturas. ¡¡¡Harto!!! A los que menos odio es a los de la Escuela Aeronáutica, un poco más amables y menos pesados. Reproduzco mi conversación anual con ellos:
"-Hay alguien en su familia de entre 18 y 30 años?
- Sí, yo.
- Le llamo de la Escuela Aeronáutica, para ofrecerles una formación como auxiliar de vuelo, un empleo con el que podrá llegar a cobrar hasta 3.000 euros (¡JA!), subvencionado en un 50%.
- Sí, ya me llamaron el año pasado, pero no me interesa... gracias"
Y educadamente cuelgan. De hecho, hace un par de semanas, la incansable secretaria de algún lugar del suelo patrio rió cuando le dije que "sí, si lleváis tres años llamándome".
Pero los de las operadoras telefónicas son distintos. Bueno, tan distintos que a veces dudo de que sean humanos. Te llaman, se lo coges tímidamente con ganas de decirles que no, pero te sueltan el rollo sin que puedas encontrar un hueco para decirles "gracias pero no". Y cuando consigues decirle "no, no tengo pensado cambiarme", te intimidan con un "¿y por qué no? ¿cuánto paga con su compañía?". Al principio le daba ciertas explicaciones ("es que gasto muy poco y no me compensa") pero hace tiempo opté por un "no, se lo agradezco pero no me explique más porque no me cambiaré" y acababan cortando rápidamente. Algunas veces, tan rápido que colgaban sin despedirse. ¡¡¡Qué ordinariez!!!
Y si, como yo en estas últimas semanas, optas por ignorar sus llamadas o pulsar la teclita roja para poner fin a tal acoso, acabas en el siniestro listado de "por llamar". Vamos, un bucle sin fin. Casi peor son los mensajitos de Vodafone. Sé que vendí mi alma cuando solicité el adelanto de saldo y acepté esas misteriosas condiciones de recibir un anuncio diario. Desde entonces no hay día en el que Vodafone no me invite a pasarme a contrato, a ponerme tal o cual tarifa o a chorradas varias. Y mención especial merece Antena 3. Desde que mandé hace años un SMS solidario para con las víctimas del tsunami de Tailandia, la cadena de Lara se quedó con mis datos y de vez en cuando me envía SMS del tipo "Has sido preseleccionado para Rico Al Instante: manda un mensaje con la palabra tal y podrás optar a...".
Bueno, ya me he desahogado. Pero sigo temiendo que, cualquier día, me llamen del 1004 y me digan que me quedan siete días. Al séptimo, como todos sabemos, aparecerá una dulce niña muerta de la pantalla... Aunque no me comerá; simplemente me dirá "hola señor, le llamamos de Movistaaarrr".