Al principio la quería tal como era. Con su humor inocente, sus cejas pobladas, sus labios carnosos y sus manos alegres. La había conocido en un lugar cualquiera de una ciudad cualquiera, en el que ella brillaba con luz propia. A los pocos segundos de intercambiar miradas, ya podían oírse las sonoras carcajadas de ella y la cavernosa voz de él. El sonido lineal de la voz del hombre, como una nota musical repetida, encajaba armoniosamente con los vaivenes, los agudos y los rizos sonoros de ella. Su nombre, sus ojos, sus dientes, sus pómulos, su cabello, sus orejas, sus brazos, sus pechos; toda ella parecía hecha para completarlo a él.
Pronto se fueron a vivir juntos. Poco después la voz lineal y cavernosa del hombre dio paso a otra impetuosa y ronca. Empezaron a escucharse gritos. Y los gritos acabaron por ahogar cualquier posible carcajada de ella.
-No me gusta tu risa- le dijo un día él a ella. Desde aquel momento no volvió a escuchársele reír.
-No me gusta ese corte de pelo- musitó cabreado otro día. Y su cabello desapareció.
-No me gustan tus labios- gritó un tercer día. Y los labios rojizos de ella desaparecieron de su cara.
-No me gusta tu mirada- exclamó un cuarto día. Y los ojos negros y vivos de la mujer desaparecieron de sus cuencas.
-No me gustan tus manos, ni tus brazos, ni tu pecho- regañó entre dientes el hombre. Y la mujer se quedó sin manos, sin brazos, sin pecho.
-No quiero ver tu nariz, ni tu barriga, ni tus piernas-.Y la silueta de la mujer se fue evaporando.
-No me gusta nada de ti.
Pero ya no quedaba nada de ella. Ella había desaparecido. No había ella, ni ellos, ni risa, ni llanto, ni frío, ni calor. Se había borrado. Ya no existía.
-No me gusta ese corte de pelo- musitó cabreado otro día. Y su cabello desapareció.
-No me gustan tus labios- gritó un tercer día. Y los labios rojizos de ella desaparecieron de su cara.
-No me gusta tu mirada- exclamó un cuarto día. Y los ojos negros y vivos de la mujer desaparecieron de sus cuencas.
-No me gustan tus manos, ni tus brazos, ni tu pecho- regañó entre dientes el hombre. Y la mujer se quedó sin manos, sin brazos, sin pecho.
-No quiero ver tu nariz, ni tu barriga, ni tus piernas-.Y la silueta de la mujer se fue evaporando.
-No me gusta nada de ti.
Pero ya no quedaba nada de ella. Ella había desaparecido. No había ella, ni ellos, ni risa, ni llanto, ni frío, ni calor. Se había borrado. Ya no existía.